Posts

¿DEBO ESPECIALIZARME SI QUIERO VIVIR DE LA TRADUCCIÓN?

Una de las preguntas que los traductores que están empezando nos hacen más a menudo es sobre la especialización: si es o no necesaria, cómo se llega a ella y cuándo se debe empezar. En esta entrada responderemos a estas dudas.

Aprovechando que la mayoría de nuestros clientes y amigos abogados están de vacaciones, vamos a dedicar este mes de agosto a hablar de forma intensiva sobre cuestiones profesionales del mundo de la traducción.

En septiembre retomaremos los artículos sobre inglés jurídico con una nueva aportación a nuestro diccionario.

Comenzamos hoy esta miniserie respondiendo a una de las dudas que con más frecuencia nos trasladan las personas que están empezando en este mundo.

Es una entrada larga, avisamos.

Otra advertencia: no busques estadísticas, ni datos refrendados por concienzudos estudios de mercado en este artículo. Lo que encontrarás a continuación es solo nuestra opinión personal.

Aunque esperamos que, al menos, la tengas en cuenta.

¿Debo especializarme para poder vivir de la traducción?

Respuesta corta: un  rotundo.

Respuesta larga: hay muchas formas de vivir de la traducción y de construir una carrera profesional. Podría decirse que tantas como traductores, pues cada uno tiene la suya.

Pero, por desgracia, no todo el mundo vive igual de la traducción y no todo el mundo disfruta de su profesión tanto como le gustaría.

Según nuestra propia experiencia, y la de otros muchos colegas con los que hablamos a diario, los traductores que más disfrutan de su trabajo, y a los que casi nunca les falta, son los más especializados.

Por otro lado, lo que también vemos es que los traductores que más se quejan de las tarifas, de los clientes, del intrusismo, etc., son los que, o bien no están nada especializados, o bien llevan tiempo dedicándose a varias cosas sin terminar de decidirse nunca por ninguna de ellas.

Ya contamos en este blog que estamos convencidos de que el futuro de la traducción pasa por la especialización. Lee esta entrada (aquí) si quieres saber por qué.

Nunca nos cansaremos de repetirlo: para lo fácil ya está Google.

Seguro que no quieres ser reemplazado por un algoritmo antes de que puedas hacerte un hueco en este mercado, ¿verdad? Especialízate.

¿Cuándo debo comenzar a especializarme?

Al principio, cuanto antes, mejor. Pero no desde el primer día.

Déjanos explicarte.

Es cierto que el camino de la especialización no es sencillo. Salvo que vengas de otro mundo profesional y tengas una carrera en otra disciplina, especializarse puede ser complicado.

Pensamos que tomar esta decisión en el primer año de tu carrera como traductor no es lo más aconsejable (salvo que lo tengas muy claro y, aun así, ojo: no descartes cambiar de opinión).

Uno o dos años en tus inicios traduciendo de todo pueden ser muy útiles. Te servirán para conocer por dentro el mundo de la traducción profesional, saber cuáles son los campos y los tipos de textos más demandados, darte cuenta de cuáles te gustan más y, de paso, coger un poco de experiencia en algunos de estos campos.

Después de haber trabajado algún tiempo como generalista (preferiblemente en los inicios de tu carrera), te recomendamos que elijas uno o dos campos para profundizar.

Dedícale el tiempo necesario a esta decisión y elige bien, ya que durante los próximos años vas a invertir mucho tiempo y esfuerzo para formarte en el campo o los campos que elijas.

Otro consejo que nos permitimos darte es que no elijas más de dos y, a ser posible, elije que estén relacionados. Por ejemplo: traducción médica + farmacéutica; jurídica + financiera; ingeniería + arquitectura; informática + telecomunicaciones.

(¿Te has dado cuenta de que no mencionamos la TAV ni la literaria? Otro día te contaremos por qué).

Deben ser campos complejos, cuanto más, mejor (recuerda: para lo fácil ya está Google y tú no quieres pasarte el día quejándote de las tarifas ni de la competencia, ¿verdad?); y que tengan demanda, obviamente. De poco sirve especializarse en la cría del caracol malayo coreano-español.

¿Cómo se llega a la especialización?

Ya te hemos adelantado lo que pensamos: los primeros años son clave.

Si en ellos traduces un poco de todo irás viendo lo que más te llena, los campos en los que te sientes más a gusto y en los que no te importa pasarte horas investigando.

Por otro lado, trabajar para agencias de traducción que te vayan mandando trabajos variados te servirá para saber cuáles son los textos más demandados. Algunas agencias están especializadas en ciertos campos. Por ello, si trabajas para varias empresas diferentes tendrás una mejor perspectiva.

Ten los ojos y los oídos muy abiertos. Participa en redes sociales, acude a congresos de traducción o reuniones de traductores, habla con otros colegas (cuantos más mejor). Escucha a todo el mundo, cada uno tiene su historia.

Con el tiempo empezarás a tener un cierto feeling de cuáles son las áreas de especialidad que el mercado demanda y en cuáles de ellas no te importaría pasarte los próximos años de tu vida.

Una vez que te hayas decidido tendrás que estudiar mucho, mucho, mucho. Más de lo que has estudiado nunca.

Bueno, ¡os estáis pasando!, pensarás. Nope.

Recuerda que has elegido un campo complejo del saber y que tú eres un trabajador del conocimiento. Vas a tener que pasarte el resto de tu vida aprendiendo.

Si te decides, pongamos por caso, por la traducción jurídica, estarás dando el salto a un mundo, el Derecho, donde hay jueces, abogados y fiscales que llevan décadas investigando sobre Derecho penal, concursal, laboral o fiscal y confiesan que les queda un mundo por saber.

A ti no se te va a exigir ese nivel de profundidad, pero deberás dominar bien sus principales conceptos, su jerga y sus tecnicismos para que tus traducciones les resulten útiles a tus clientes.

Cuanto más sepas mejor traducirás, cuanto mejor traduzcas más trabajo tendrás, cuanto más trabajo tengas mejores tarifas podrás pedir…

Esto no es un secreto: los especialistas de cualquier campo son los que más ganan.

¿Tengo que estudiar otra carrera?

Si quieres hacerlo y puedes (es decir, si tienes el tiempo y los recursos necesarios), adelante. Obtendrás muchos conocimientos y una gran base. Pero no es obligatorio.

Hay muchas formas de aprender sobre la materia que has elegido para especializarte. Muchas de ellas gratuitas y otras con un precio razonable. Deberás tener criterio y constancia.

Los másteres (no los de traducción, sino los específicos de cada campo) son una buena opción. Nosotros, sin embargo, te recomendaríamos que empezaras por un curso más breve de 3-4 meses que te permita profundizar en el campo elegido.

Cuanto más práctico, mejor y cuanto más acceso tengas al tutor que lo imparte, también. El máster puede venir después.

En esta entrada te damos 5 consejos para elegir un buen curso de formación.

LA TRADUCCIÓN JURÍDICA Y EL PROBLEMA DE LOS DICCIONARIOS

¿Te has planteado alguna vez lo difícil que es encontrar los equivalentes de algunos conceptos jurídicos anglosajones? ¿Has tratado de buscar en un diccionario y la respuesta ha sido decepcionante? No es nada raro. Los diccionarios no tienen todas las respuestas. En esta entrada te explicamos por qué.

Hace unos meses asistimos a un congreso de traducción jurídica.

Una de las ponencias más interesantes estuvo a cargo de los autores de dos diccionarios jurídicos bilingües.

Y su intervención comenzó con esta sorprendente y reveladora cita.

Que podría traducirse (libremente) por:

La traducción jurídica es un campo en el que los diccionarios tienen una utilidad limitada. De hecho, en algunas ocasiones pueden resultar francamente engañosos. La razón es que los diccionarios tratan de ofrecer como traducción un equivalente directo y muy raras veces, si es que lo hacen, aportan una explicación de la traducción.

La cita es de Walter Cairns y Robert McKeon, y aparece en su libro Introduction to French Law. No hemos podido leer todavía ese libro, pero, a juzgar por la clarividencia de sus autores, tiene que ser un gran libro.

Es posible que se pueda decir más alto, pero no es posible decirlo más claro.

Se trata de un problema al que nos enfrentamos todos los traductores jurídicos antes o después.

Qué pasa con los diccionarios

A nosotros nos gusta decir que los diccionarios no tienen todas las respuestas. Aunque pensemos que sí. Con frecuencia los traductores y los juristas acudimos a ellos desesperados buscando el equivalente preciso de un término que acabamos de descubrir.

Y, claro, no lo encontramos.

Ya sean diccionarios en papel o en línea, la mayoría de ellos ofrecen muy poco contexto y muy pocas opciones para traducir determinados términos, al menos los diccionarios jurídicos bilingües que nosotros conocemos.

Estos recursos están bien para entender el significado de palabras sencillas, unívocas o muy consolidadas. Pero no suelen ser útiles en lo que se refiere a términos polisémicos y que se emplean de forma diferentes en distintos campos del Derecho (cosa, por otra parte, bastante habitual).

Tal vez por esto los diccionarios tradicionales tienen cada vez menos sentido.

La falta de equivalencia de los sistemas jurídicos

¿Por qué pasa esto especialmente en el campo de la traducción jurídica?

Si bien es cierto que cada campo del saber tiene su propia complejidad, también lo es que muchos campos técnicos solo presentan diferencias terminológicas al pasar de un idioma a otro. Dicho con un ejemplo: un engranaje es un engranaje, en los Estados Unidos, en Japón o en Argentina. Solo es necesario encontrar el término equivalente en cada lengua.

Con la traducción jurídica, sin embargo, pasa algo diferente. Los traductores y los juristas nos enfrentamos a una dificultad añadida y, es que, cada país tiene su propio sistema de leyes que responden, además, a su propia tradición jurídica (también llamadas «familias del Derecho»).

Cada tradición ha evolucionado, normalmente, de una forma distinta y ha dado lugar a una serie de conceptos y palabras que le son propias y que, en bastantes ocasiones, no existen siquiera en otras tradiciones fuera de ella.

Por eso, los traductores jurídicos sentimos muchas veces que estamos comparando peras con manzanas. Nuestro trabajo no resulta nada sencillo.

Lo anterior no debe entenderse, ni mucho menos, como una queja. Al contrario. La dificultad resulta de lo más estimulante y nos permite investigar en Derecho comparado desde un punto de vista lingüístico y conceptual. De esa investigación salen la mayoría de los artículos que puedes encontrar en este blog.

El problema es que los diccionarios no pueden recoger en un espacio limitado la explicación detallada que merecerían la mayoría de sus entradas. Por ello, se limitan a ofrecer 3 o 4 posibles opciones sin aportar una explicación sobre cómo o cuándo emplearlas.

Primero entender, luego traducir

La traducción de textos jurídicos inglés-español se caracteriza por ser un claro ejemplo de lo que acabamos de comentar. Los documentos jurídicos redactados en inglés suelen pertenecer a la tradición jurídica denominada Common Law, mientras que los redactados en español corresponden a una tradición distinta denominada romanista o de Derecho romano-germánico.

Cuando tratamos de traducir un documento del inglés al español o viceversa, da igual la dirección, con frecuencia nos encontramos que no es posible trasladar un concepto de una lengua a la otra, pues sencillamente no existe.

A esa conclusión llegamos algunos, pero solo cuando entendemos bien de qué se está hablando en el documento. Pues, cuando no lo entendemos y elegimos al azar una de las 4 opciones que nos da el diccionario tenemos un 75 % de probabilidades de equivocarnos y solo un 25 % de elegir la correcta. Y ya sabemos lo que le gustan a Murphy estas situaciones.

La única manera de acertar, pues, es seguir estos dos pasos:

  • Primero, entender bien el concepto o los términos complejos a los que nos enfrentamos. Para eso hay que documentarse y estudiar bien los campos más importantes de la cultura jurídica de partida y de la cultura jurídica meta.
  • En segundo lugar, debes emplear algunas de las estrategias de traducción más habituales (extranjerizar, familiarizar, acudir a una traducción explicativa, u otras similares). En cada caso encontrarás que es posible emplear una combinación de varias de ellas.

Si eres jurista o traductor jurídico te recomendamos que no te la juegues. Consulta diferentes fuentes, documéntate bien, trata de entender primero el concepto que tienes entre manos y busca después la traducción más adecuada. Te adelantamos que muchas veces la perfección es imposible.